Mientras podaba un árbol en mi jardín, Su sabiduría me comenzó a hablar y enseñar. Ha sido recurrente cuando limpio mi jardín, riego las plantas, arranco raíces o podar que Su sabiduría hable.
Y pienso en cuán unidos debemos estar a la creación para recibir y oír lo que la sabiduría del Padre nos quiere enseñar.
Creo que es un tiempo de hablar menos y oír, aprender en silencio y meditar en el corazón hasta que sus palabras vayan a lo profundo, donde solo El puede llegar y dejar que El alumbre lo escondido en nosotros.
Hoy me di un tiempo para hacerlo, se nos pasa el tiempo muy rápido y es necesario tomar esas decisiones que traerán grandes cambios. Empecé a podarla, a quitar las ramas muy largas, a sacar hojas que ya no tenían vida y quitarle el peso que le estaba dañando.
Fue ahí cuando Su sabiduría me empezó a hablar, pues así como ese árbol nosotros debemos ser podados, hay ramas y hojas que deben ser quitadas. Si no nos dejamos podar por el Padre no podremos florecer en primavera y menos dar fruto.
Esas ramas pesadas – me decía – son el peso en nosotros de esas vestiduras con las que por años nos vestimos, y es literal como nos hemos cansado y agotado con parecer algo que No somos, esas vestiduras de orfandad pesan, esas vestiduras de religiosidad traen muerte.
Algunas ramas eran muy gruesas, con las tijeras no las podía cortar, así que las tuve que apretar hasta que se quebraran.
Si, dentro de este proceso de volver a la forma debemos ser quebrados. ¡Huy! eso duele, pero no hay otra manera de nacer de nuevo al diseño del Padre. Él no ha venido a parchar o a retocar lo que está chueco, Él ha venido a hacer todo nuevo en nosotros.
Estamos en invierno, es tiempo de dejarnos podar, nuestro Padre es el labrador, y porque nos ama nos podará para que demos más fruto y ese fruto permanezca.
¡Ya se acerca la Primavera! Y con ello un florecer y crecer revestidos de El, de esos hijos amados por los cuales la creación gime y espera ver su manifestación.